"Le encargo el Logo/la traducción/las fotos/el artículo a usted, porque sé que necesita la plata, ¿sí o no?"
"Queremos que nos haga un vídeo de esos tan buenos que hace usted, que es el berraco, pero hay muy poca plata; mejor dicho, es que no hay nada de presupuesto."
"Y a cómo los cuadritos? ¿Qué? No, y uno con ganas de colaborarle, pero así no..."
Con un buen amigo se ha convertido en chiste lo que sin serlo pero de tanto oírlo, intentar explicar y sin saber qué hacer se opta por el camino de la risa.
Profesiones y oficios percibidos social y culturalmente como instrumento de embellecimiento, entretenimiento, que resaltan la imagen, dan prestigio, añaden valor a los propios proyectos e intereses pero que, en la más paradójica conclusión, son 'gracias', 'dones' o, en su más triste acepción, un 'hobby' carente de valor económico e innecesario de remunerar.
Sobre esto se ha dicho, publicado e insistido sin pausa y a través de diversos canales. Mi punto hoy, lo que quiero acentuar, es la última frontera digna de respeto , la propiedad intelectual.
Todo usuario de redes sociales goza y sufre el bombardeo de frases, unas extensas otras breves, acompañadas de retratos de su verdadero autor, atribuidas (por error o conveniencia) a otro personaje histórico o de actualidad o apropiadas desvergonzadamente por los cínicos desparpajados: faltando las comillas y obviando la fuente se puede leer del plagiario un orgulloso y seco "gracias" ante comentarios como: "¡qué inspirado(r)!, "lindas palabras", "gran pensamiento" y otros halagos. Ya no la corrección, el honesto "no es mío", el crédito.
El crédito . Revelar sin dudas el origen, la autoría, el nombre de quien haya hecho, pintado, ejecutado, tallado, esculpido, tejido, fotografiado, escrito, o desarrollado lo que sea que ayude a hacer visible, a llevar un mensaje, a vender un producto o un servicio.
Incluso habiendo pagado lo justo (o en exceso), salvo contrato específico, permanece el crédito (para bien o para mal). Con mayor razón y haciendo honor a la definición de 'red social', ese mínimo gesto es el impulso que proyecta a un amigo que hace un favor, pero que no puede vivir haciendo favores, ni de recibirlos.
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