2010/10/10

10.10.10, 10:10




Sonntag, 10. Oktober 2010, 10 Uhr 10

Diese Minute dieser Stunde des Tages in diesem Monat in diesem Jahr ist einzigartig. Wie jeder andere. Solle die numerischen Zufall als Erinnerung dienen.


Dimanche, 10ème octobre 2010, 10h 10

Cette minute de cette heure de la journée de ce mois de cette année est unique. Comme toutes les autres. Alors que la coïncidence numérique sert de rappel.


Sunday, October 10, 2010, 10:10

This minute of this hour today this month this year is unique. Like every other. May the numerical coincidence serve as a reminder.


Domingo 10 de octubre de 2010, 10 y 10 de la mañana

Este minuto de esta hora de este día de este mes de este año es único e irrepetible. Como todos los demás. Bien que la coincidencia numérica sirva para recordarlo.

2010/10/06

Business Run 2010

Algo que ya pasó, pero que no quería dejar sin publicar: escribí, lo que no hacía hace tiempo y para el blog, como nació, no hay desperdicio.



Nunca pensé poder divertirme tanto con una banda de veteranos lesionados y pesimistas: no hablo de las personas, sino de las actitudes: veníamos de no haber entrenado absolutamente nada, unos por regresar de las vacaciones, en mi caso por una fuerte lesión en el hombro izquierdo (con la que de todas maneras corrí, pues me duele igual si estoy sentado, o no me muevo), Nils agotado por acabar de brindar un alto rendimiento en el recientemente concluido campeonato europeo de baseball, otros que se repetían como un mantra de derrota anticipada que no lo lograrían, que nunca han hecho algo así, en fin.

Personalmente, justo después del calentamiento a cargo de la rubia y musculosa instructora de sonrisa imperfecta y encantadora, estaba tan adolorido y sudaba de una forma que pensé que había acabado con mi cuota deportiva por ese día.

Sin embargo y para no perder el calentamiento, sugerimos ir aproximándonos a la partida, para “dar prisa al mal paso”.

Efectivamente, con el disparo de arranque y el saludo del Señor Alcalde de Colonia, batiendo su mano a sus ciudadanos que cruzábamos la alfombra que da el inicio al cálculo del tiempo, ya estábamos en plena carrera. Uniformes, algunos más preparados y profesionales que otros, así como los físicos de sus portadores, de tanta empresa, asociación, institución, fundación y grupo de trabajo con actividades en Colonia, más de las que hubiera imaginado, formaban el río multicolor de más de 6.000 participantes: más, otra vez, de los que hubiera imaginado.

Rodeando el estadio y tomando una de sus vías de acceso, cambiamos al terreno blando y fangoso que el clima lluvioso de los últimos días de este caprichoso verano alemán nos ha brindado.
Intentar, mientras el cuerpo lo permitía, sobrepasar las barreras conformadas por corredores que decidieron, como una coreografía, correr en formación de muro empresarial, como si tuvieran de antemano planeado no dejarse tomar desprevenidos ante la toma de una fotografía por la ruta, que les plasme como ejemplo corporativo.

El trayecto estaba escasamente flanqueado por una magra presencia de acompañantes, familiares, amigos y compañeros de trabajo que no se dejaron ahuyentar por el mal tiempo, que por cierto se mantuvo seco durante gran parte del evento. Lo que sí abundaba, además de obstaculizar en forma desconsiderada, era la población de corredores que frecuentan el parque y que, no haciendo parte de la competencia, atravesaban su curso.

Tres de nosotros dimos la escapada, abriéndonos camino por los espacios libres entre corredores, o saliendo del sendero: esta última estrategia con muy malos resultados, pues la irregularidad del terreno nos hizo torcer los tobillos, por suerte ya calientes y estirados para soportarlo.
Ya lo había dicho al principio, la condición física para esta carrera no era la mejor y lo único que mantiene el paso y el ánimo es ver a alguien más del equipo cerca de uno.

Llegamos a la estación de bebidas, donde hay que tomar la rápida decisión, dadas las posibilidades: una, hacer un alto para beber, otra seguir el trayecto para beber al final, y por último, beber y correr al mismo tiempo, la que elejí. Esto ya lo he hecho antes, en otras competencias y garantiza, además de mantener tempo y tiempo, estar lejos del riesgo de calambres que hagan salir por completo de la carrera. Tomé un vaso de la remozada bebida del momento, Fass Brause: una especie de limonada espumosa producida en cervecería, con tan mal efecto que tuve que escupir el sorbo, ya no refrescante, sino lleno de agresivas burbujas que picaban en mi boca y tirar el resto que quedaba en el vaso. A tomar cuando acabe la carrera, son “sólo” 5 kilómetros. Para entonces, iba solo. Tuve que escoger otro agente motivador, una corredora que pasó a mi lado y a cuyo paso intenté mantenerme.

Cuando ví la placa con el número 4, que era la distancia en kilómetros que llevaba recorrida, empecé a hacer el balance de los pulmones quemando, los músculos doliendo, el sudor mal transportado bajo la camiseta, el dolor previsto en el hombro golpeado y el producido por el esfuerzo extra en el hombro sano. Aguantar hasta el final, pensé, justo en el tramo donde el piso blando vuelve a ser vía asfaltada, lo que, por una parte, es un golpe para las articulaciones pero, por otra al tiempo, es la esperanza del pronto final, la meta. Me confieso un perezoso en este aspecto: no tengo ganas de abandonar y tener que regresar, de todos modos, hasta el sitio donde he dejado todas mis pertenencias; destino irremediable que es mejor alcanzar corriendo, no caminando.

La entrada al estadio es una inyección de endorfinas que recarga para dar todo lo que queda en un último sprint; la pendiente en descenso hacia la pista atlética es, para algunos corredores, un obstáculo y para otros, me cuento entre ellos, un recurso no despreciable para acelerar una última vez y cruzar la meta tratando de alcanzar un tiempo más digno. Dentro del estadio, la voz mezclada con la música por el PA, el público en las graderías, todo armando un escenario de algo más grande, más espectacular.

Volver a respirar, sudar, sudar, caminar. Esperar a los demás integrantes del equipo atomizado, saludarlos a su llegada y, entre tanto también encontrarse por casualidad con caras conocidas haciendo parte de la misma cita.

Aguaaaaaaaaa, tomar varios de los vasos que ya nos esperan servidos por la gente de la organización y, lo que me llamó la atención, la forma esmerada en que se encontraba dispuesta la fruta fresca y apetitosa, manzanas y bananos en una presentación realmente cuidada, lo que no había visto antes en otras carreras.

Ducharse, cambiarse de ropa y volver a sudar como antes, o más que antes. La única tranquilidad ante tal estado es saberse uno más en las mismas condiciones.
La fiesta fue rara pues, sin ser la mejor, fue muy, muy divertida. Y corta, porque no acabo de entender que hacíamos allá un jueves en la noche. El día siguiente, aunque último antes del fin de semana, de trabajo normal.

En conclusión, aunque no fue gran cosa en términos de rendimiento, fue lo suficiente bajo las circunstancias del momento. Y, debo repetirlo, divertido más allá de las expectativas: ¡ya me alegro de volver a la próxima!

Ah, los datos: 5 Km, 23 min 12 seg

opf