2012/03/09

Algo nuevo, ¡por fin!


Muy a propósito de un comentario de mi amigo Martín Villamizar en facebook, me anima a escribir sobre algo que me ha ocupado hace un tiempo acerca de quién y qué escribe, o más exactamente, de lo que al final recibe/lee uno en facebook: está claro que hay un supuesto principio/propósito de buena fe en lo que cada usuario "comparte". Pero no nos vamos a engañar, que la mayoría se limita a la ostentación alrededor de logros de una población promedio: no he leído a ninguno (pero eso puede ser una deficiencia mía, no de mi propio círculo de amigos) que escriba –en serio– "otro Maserati para mi colección", o "alguien me puede aconsejar en qué invertir seis millones de Euros que tengo aquí temperando?".

Lo del Maserati como ejemplo del auto de los sueños se refleja, en el mejor de los casos, en la foto rápidamente tomada al sentarse, con o sin permiso, en una visita, exhibición, dentro del mismo o, en su versión más patética, recostado contra alguno estacionado en la calle, haciendo ademán de ser el suyo.

A lo que voy, por si ya empieza a rondar la sensación de que me estoy desviando, es que la expectativa de mensajes, noticias o informaciones de facebook se limita, en forma también justificable dentro de lo humano, a la inflación de buenas noticias. Pero no vamos a esperar que alguien dedique su espacio, su ventana pública a publicar que cayó en la ruina, que lo descubrieron robándose las cucharas de la cafetería del trabajo, que su novia lo engaña o cualquier otra calamidad: en esta tarima se trata de lo bien que me va, si se puede exagerando, del viaje que todos codiciamos pero no todos nos podemos permitir –y otra vez, que otro grupo de la sociedad ya está harto de hacer–, cosas por el estilo.

Salvo compartir la pérdida de un ser querido, u otra noticia dentro de la categoría de las tristes despedidas, nadie quiere reportar malas noticias. Y los que lo hacen, lo hacen con una estructura si no heredada ya envidiada por los más baratos diarios de prensa roja, acompañando textos escandalosos con fotos repugnantes.

En fin, la verdad del muro lo es en la medida que cada uno la quiera contar y que cada lector/amigo/contacto la quiera creer. Casi como en la vida real. Pero solo casi.

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